viernes, 10 de diciembre de 2010

Con la Memoria Intacta


Independiente volvió a la cima de América después de 15 años y la fiesta todavía sigue.

La llegada de Antonio Mohamed como técnico fue decisiva para que estos jugadores ingresaran en la historia del club, cuando ni siquiera ellos creían en sí mismos como equipo. No hay que engañarse, siguen con las mismas virtudes y limitaciones que los llevaron a tener partidos para el olvido a nivel local, la diferencia es que incorporaron una mentalidad ganadora, una herramienta psicológica que parece obrar milagros.

Y si, los jugadores comenzaron a creer en sus propias fuerzas, los hinchas comenzaron a creer en los jugadores y la consecuencia de ese efecto contagio a ese estadio que el miércoles parecía estallar con 40 mil gargantas tan rojas como los trapos que revoleaban. El nuevo “Libertadores de América”, que se consumió con todo el dinero de la venta del “Kun” Agüero y mucho más, y que fue priorizado por sobre los refuerzos que necesitó el equipo en los últimas temporadas, demostró que es altamente eficiente en materia de presión sobre el rival. Parece diseñado para concentrar el aliento y derramarlo sobre la cancha como lava ardiente. Es lo que se vió el pasado miércoles. Hasta el pasto vibraba.
Finalmente, la Copa Sudamericana que llegó con la marca del sufrimiento, no es sólo un simple dato estadístico, ya que tiene mucho más valor del que sus detractores piensan. Por un lado, derramó generosas cantidades de mística sobre las nuevas generaciones de hinchas rojos, que vivieron desde las tribunas una suerte de rito iniciático frente a Goiás. Por otro, le dio sentido a la construcción de semejante estadio, y si su impulso es bien aprovechado por las autoridades, abre posibilidades para un renacimiento deportivo de Independiente para que vuelva colocarse al club en el lugar que su historia le reclama.
Lo que el hincha rojo escenificó en las tribunas el miércoles fue tanto una “demostración de fuerza”, como una muestra descomunal de avidez por festejar triunfos. Les queda a sus dirigentes leer correctamente lo que se vivió desde que el equipo rojo pisó la cancha y lo que se desató después del penal que convirtió Eduardo Tuzzio.

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